El puente de japón que parece una montaña rusa: la maravilla del Eshima Ohashi
Con una inclinación que engaña a la vista, este puente japonés se ha convertido en un símbolo de innovación y un atractivo turístico por su impresionante diseño estructural.
Ubicado en Japón, el puente Eshima Ohashi se ha ganado la atención mundial no solo por su funcionalidad, sino por su impresionante y peculiar diseño. Con una longitud de 1,7 kilómetros y una anchura de 11,4 metros, esta megaestructura conecta las ciudades de Matsue y Sakaiminato, atravesando las aguas del lago Nakaumi. Sin embargo, lo que realmente lo convierte en una obra maestra de la ingeniería es su empinada pendiente, que alcanza un 6,1% en un lado y un 5,1% en el otro.
La elevación máxima del puente, que llega a los 44 metros, fue diseñada estratégicamente para permitir el paso de grandes embarcaciones sin interrumpir el tráfico vehicular. Esta característica estructural le ha valido el apodo de “el puente de la montaña rusa”, una descripción reforzada por el efecto visual que genera su inclinación, haciendo parecer que los vehículos ascienden hacia el cielo.
A pesar de las apariencias, el Eshima Ohashi no es tan desafiante como parece. De hecho, gran parte de su reputación visual se debe a una ilusión óptica. Desde ciertos ángulos, el puente parece terminar en un vértice, lo que potencia su fama de ser uno de los más empinados del mundo. Sin embargo, los conductores locales lo transitan diariamente sin mayores complicaciones, gracias a su diseño que considera la seguridad y el flujo constante de vehículos.
La construcción del Eshima Ohashi comenzó en 1997 y finalizó en 2004, tras siete años de trabajo continuo. Inicialmente, se consideró la opción de un puente levadizo. No obstante, los ingenieros optaron por una estructura rígida que garantiza un paso ininterrumpido tanto para vehículos como para barcos. Esta decisión técnica, aunque controvertida en su momento, terminó posicionando al puente como una referencia en soluciones estructurales eficientes.
Su fama internacional se potenció aún más gracias a un anuncio de la marca Daihatsu Motor, en el que se utilizó el puente como escenario para demostrar la resistencia de uno de sus vehículos. Desde entonces, el Eshima Ohashi no solo es una vía de tránsito, sino también un ícono cultural y un atractivo turístico.
Para garantizar la seguridad vial, las autoridades locales han implementado sistemas de semáforos y medidas de control del tráfico. A pesar de su apariencia desafiante, el puente cuenta con dos carriles –uno en cada dirección– y ha mantenido un historial de tránsito estable y sin incidentes relevantes.
El Eshima Ohashi, considerado el tercer puente rígido más grande de Japón y del mundo, es un ejemplo vivo de cómo la funcionalidad, la innovación y la estética pueden unirse para crear una estructura inolvidable. Su diseño audaz no solo ha resuelto una necesidad de conectividad, sino que también ha dejado una marca indeleble en el imaginario colectivo, convirtiéndose en un ícono arquitectónico que mezcla tecnología, cultura y belleza visual.
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