El París Saint-Germain fue sacudido por el Bayern en Atlanta, pese a que el marcador finalizó 2-0 a favor de los franceses. El equipo bávaro, dirigido por Vincent Kompany, reveló un punto vulnerable del campeón de Europa: su fragilidad ante la presión alta. Durante el primer tiempo, los muniqueses llevaron al límite al conjunto de Luis Enrique, incomodando cada una de sus salidas y forzando errores impropios de su estilo dominante.

Con una marca al hombre constante, laterales adelantados y una presión coordinada liderada por Musiala, el Bayern logró iniciar hasta diez jugadas en el último tercio del campo rival, cifra récord. La presión surtió efecto: el PSG falló un 22% de los pases en su primer tercio de campo, el doble de su promedio habitual, lo que dejó a los de Luis Enrique sin fluidez ni control.

El conjunto francés apenas completó 354 pases en todo el encuentro, muy por debajo de los 780 que solía promediar. Además, solo generó el 19% de sus acciones en zona ofensiva, el número más bajo del torneo. Por si fuera poco, el Bayern les arrebató la posesión con un 54% del control del balón, algo que ningún equipo había conseguido en este Mundial de Clubes.

La fórmula de Kompany funcionó: anuló al PSG sin necesidad de dominar el balón y dejó un mensaje claro para futuros rivales como el Real Madrid, que ahora tienen una pista evidente de por dónde atacar al conjunto parisino.