Tres subtenientes del Ejército colombiano fallecieron ahogados durante un ejercicio fluvial realizado el martes en el río Magdalena, en el municipio de Girardot, al sur de Bogotá. Los uniformados participaban en el curso de lanceros, un riguroso programa militar enfocado en operaciones de combate contra guerrillas, que incluye entrenamientos de supervivencia en condiciones extremas.

Según informó el presidente Gustavo Petro, los militares fueron arrastrados por una crecida repentina de la corriente mientras cruzaban el río en balsas improvisadas, construidas con materiales de patrullaje y equipos de campaña. El trayecto programado era de cuatro kilómetros. De los once militares que participaban, ocho lograron soltarse de la cuerda de seguridad que los unía, pero tres quedaron atrapados y murieron al ser absorbidos bajo un ferry anclado en la orilla.

El general Jorge Hernández, comandante del Comando de Educación y Doctrina del Ejército, explicó que el ejercicio exigía a los participantes utilizar únicamente los recursos disponibles para cruzar el río. La tragedia pone nuevamente en discusión las condiciones en las que se realizan estos entrenamientos, marcados por su alto nivel de exigencia física y operativa.

Este tipo de incidentes no es aislado. En lo que va del año, ya se han registrado otros accidentes con resultado fatal dentro de las Fuerzas Armadas colombianas. En abril, un soldado murió tras la caída de un helicóptero en Bolívar, y en febrero, ocho militares perdieron la vida en un accidente vial en Nariño. Varios analistas han alertado sobre el deterioro del equipamiento militar como uno de los factores de riesgo.

Colombia enfrenta actualmente su periodo más crítico en materia de seguridad en la última década, con una escalada de violencia protagonizada por grupos armados ilegales en medio de un conflicto interno que ya suma más de 50 años.