El papa Francisco, fallecido el lunes de Pascua, rompió con una tradición centenaria al solicitar ser enterrado fuera del Vaticano. Su última voluntad fue descansar en la basílica de Santa María la Mayor, un lugar que consideraba profundamente especial y al que acudía con frecuencia para rezar ante el icono mariano Salus Populi Romani.

El funeral del pontífice se celebrará este sábado en la plaza de San Pedro. Posteriormente, su cuerpo será trasladado a la basílica ubicada en el monte Esquilino, en el centro de Roma. Será el primer papa desde León XIII, en 1903, que no será sepultado en la basílica de San Pedro. Francisco pidió una tumba sencilla, de tierra, sin decoraciones y con la única inscripción: “Franciscus”.

A lo largo de su pontificado, Francisco fue conocido por su estilo de vida humilde. Desde su decisión de vivir en un pequeño apartamento en lugar del Palacio Apostólico hasta sus desplazamientos en un modesto Ford Focus, el papa mantuvo una constante renuncia a los lujos. Esta actitud se refleja también en sus deseos finales.

Santa María la Mayor ha tenido un lugar especial en la vida del pontífice argentino. Allí comenzó su primer día como líder de la Iglesia católica en 2013, y fue también el primer sitio que visitó tras salir del hospital. Su decisión de ser enterrado en este templo refleja su profunda devoción mariana y su deseo de mantener la sencillez incluso en la muerte.

Tras conocerse su fallecimiento, cientos de fieles y visitantes acudieron a la basílica. Muchos destacaron la emotividad del momento y recordaron el legado de amor, empatía y esperanza que dejó Francisco. Su entierro en este emblemático lugar marcará un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia.