“Si no me caso con vos, me hago cura”: la historia de amor que marcó a Jorge Bergoglio
Amalia Damonte, la vecina de la infancia a quien el papa Francisco le propuso matrimonio antes de elegir el camino sacerdotal
Jorge Mario Bergoglio , conocido mundialmente como el papa Francisco, falleció a los 88 años en su residencia de Santa Marta. La noticia conmocionó al mundo católico, que despide a un líder espiritual entregado a los más pobres y a la justicia social. Pero tras la figura del pontífice, existió un joven sensible que alguna vez experimentó el amor humano. Su historia con Amalia Damonte, su vecina del barrio porteño de Flores, quedó grabada como un tierno y decisivo capítulo de su juventud.
Corrían los años 40 en Buenos Aires. Entre parques sencillos y calles tranquilas, Jorge y Amalia compartían juegos, risas y una mirada común hacia la humildad y la compasión. Eran niños, apenas tenían doce años, pero su conexión fue intensa y auténtica. “Éramos muy humildes, amábamos a los pobres... en eso éramos almas gemelas”, recordó Amalia muchos años después.
El vínculo entre ellos no tardó en transformarse en un amor inocente, pero firme. A esa corta edad, Jorge tomó una decisión que marcaría su vida para siempre. Le escribió una carta a Amalia donde, con ternura y convicción, le propuso matrimonio. Acompañó sus palabras con un dibujo de una casita blanca con techo rojo, símbolo del futuro que soñaba a su lado. Pero fue una frase la que quedó para siempre en la memoria de Amalia y en la historia: “Si no me caso con vos, me hago cura.”
La respuesta no fue la esperada. No por falta de sentimientos, sino por las estrictas normas familiares de la época. La madre de Amalia encontró la carta y, en lugar de comprender el gesto juvenil, la castigó severamente y le prohibió volver a ver a Jorge. Él, fiel a su palabra, aceptó el rechazo con dolor, pero con determinación. Poco tiempo después, ingresó al seminario, dando el primer paso en el camino que lo llevaría a ser papa.
Décadas más tarde, esa historia salió a la luz, no como una anécdota trivial, sino como un testimonio de la humanidad de un hombre que, antes de ser pontífice, también fue niño, amigo y enamorado. Una historia que revela el costado más íntimo y tierno del papa Francisco.
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