En los primeros días de julio de 2025, la cotización del oro se sitúa en torno a los $us 3.311 y $us 3. 325 por onza troy, registrando una caída leve del 0,7 %.

A pesar de este retroceso técnico, el valor del metal amarillo acumula una subida cercana al 40% en los últimos 12 meses, impulsado por la incertidumbre económica global, alta inflación y fuerte demanda por parte de bancos centrales.

En un entorno de tensiones geopolíticas —como los conflictos en Oriente Medio—, y presión sobre activos tradicionales por políticas fiscales expansivas en EEUU, los inversionistas han canalizado capital hacia el oro como cobertura.

El respaldo institucional es contundente, pues desde 2022, se han adquirido más de 1.000 toneladas anuales, y el WGC señala que 95 % de los bancos consultados proyectan seguir aumentando sus reservas.

Aunque el dólar ha mostrado fortaleza, la demanda en monedas emergentes y la reconsideración de divisas, especialmente frente a EE.UU., han sostenido la cotización.

Buen momento para invertir El HSBC elevó su pronóstico promedio a $us 3.215 para 2025 y $us 3.125 para 2026, situando un rango estimado entre $us 3.100 y $us 3.600 por onza troy. No obstante, advierte correcciones a corto plazo, vinculadas a un debilitamiento de miedos geopolíticos o a futuros recortes de tasas por parte de EEUU.

El oro ha demostrado una performance sobresaliente en 2024–2025, cimentada en su rol de refugio ante inflación, volatilidad y presiones fiscales. Aunque existe riesgo de correcciones técnicas, las perspectivas institucionales y el flujo sostenido —especialmente desde bancos centrales— mantienen su atractivo. Para inversores y empresas, el posicionamiento estratégico del oro debe ser diversificado, moderado y flexible: sirve tanto para resguardar activos, como para capitalizar escenarios geopolíticos adversos.