¿Qué pasa en el cuerpo si no se consume harina refinada por un mes?
Expertos advierten sobre los riesgos de su consumo y sugieren opciones para una dieta más equilibrada
En los últimos años, las harinas refinadas se han convertido en un tema de debate en el ámbito de la salud y la nutrición. Aunque su versatilidad las ha posicionado como un elemento básico en las dietas de todo el mundo, investigaciones recientes señalan que su consumo excesivo puede desencadenar enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2, obesidad y problemas cardiovasculares.
Según el Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, el abuso de estos productos se asocia con altos índices glucémicos que afectan los niveles de glucosa en sangre. “La harina refinada es prácticamente puro almidón”, explican los especialistas, resaltando su conexión con productos masivamente consumidos como panes, galletas, pasteles y pizzas.
Riesgos y controversias
La nutricionista Ana Chezzi destaca que el trigo utilizado actualmente ha sido modificado genéticamente para aumentar la resistencia a plagas y clima, pero estas modificaciones también han generado intolerancias y problemas digestivos. “El intestino no está preparado para digerir moléculas tan grandes como las que se obtienen tras estos procesos”, afirmó.
A este panorama se suma la adición de gluten a muchos productos, lo que complica la digestión y provoca inflamaciones. Según la doctora Selvi Rajagopal de la Universidad Johns Hopkins, la industria alimentaria prioriza la vida útil y la apariencia de los productos por encima de su valor nutricional.
Beneficios de reducir el consumo
Abandonar las harinas refinadas durante un mes puede traer cambios positivos, como una mayor estabilidad en los niveles de azúcar, menor retención de líquidos y una ligera pérdida de peso, según un estudio de la Universidad de los Andes. Sin embargo, también puede provocar síntomas temporales como fatiga y dolores de cabeza, relacionados con el síndrome de abstinencia a los carbohidratos.
Cómo reemplazar las harinas refinadas
Optar por harinas integrales, como las de trigo integral, avena o centeno, es una alternativa más saludable. Para quienes buscan opciones sin gluten, las harinas de almendra, coco y arroz integral son ideales. Incorporar cereales enteros como quinoa o trigo sarraceno en recetas tradicionales también puede mejorar la calidad nutricional.
El cambio hacia opciones más integrales no solo mejora la salud individual, sino que también contribuye a la sostenibilidad del sistema alimentario global. La reducción en el consumo de harinas refinadas representa un paso clave hacia una alimentación más consciente y equilibrada.
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