Existen diversas estrategias para bajar de peso, pero todas parten de un principio común: generar un déficit calórico, es decir, gastar más calorías de las que se consumen. Según explica Páblius Braga, médico deportivo del Hospital Nueve de Julio en São Paulo, Brasil, el objetivo es que el cuerpo utilice sus reservas, especialmente la grasa corporal, como fuente de energía.

Lo más recomendable es que este déficit se logre mediante una combinación de alimentación saludable y ejercicio regular. Sin embargo, si la reducción calórica es excesiva o la calidad de la dieta es deficiente, el peso perdido puede provenir no solo de la grasa, sino también de la masa muscular.

La pérdida de masa muscular no es algo menor. Tener poca masa muscular puede ser tan perjudicial como tener un exceso de grasa, ya que el metabolismo se ralentiza y el organismo se vuelve menos eficiente al quemar grasa, lo que puede provocar flacidez.

Además, la disminución de masa muscular compromete la fuerza, la resistencia física y la salud a largo plazo. Esto dificulta mantener el peso perdido y aumenta el riesgo del llamado “efecto acordeón”, caracterizado por recuperar rápidamente el peso perdido.

La ciencia enfatiza que el enfoque debe ser equilibrado: reducir calorías sin comprometer nutrientes esenciales y acompañar la dieta con ejercicio que incluya tanto actividad cardiovascular como entrenamiento de fuerza, para preservar y desarrollar la masa muscular mientras se quema grasa.