Irán llevó a cabo un bombardeo masivo contra Israel, lanzando decenas de misiles balísticos que, según la Guardia Revolucionaria, impactaron en el corazón de los territorios ocupados.

Este ataque se produce tras la ejecución de líderes de Hamas y Hezbollah, intensificando así la escalada bélica en la región.

Las alarmas sonaron en todo Israel, obligando a millones a buscar refugio en búnkeres.

La Casa Blanca reaccionó rápidamente, ordenando a las Fuerzas Armadas de EE. UU. que interceptaran los misiles iraníes y proporcionaran asistencia a Israel.

En este contexto de creciente violencia, el presidente Joe Biden se reunió con su equipo de seguridad nacional para evaluar la situación y coordinar la respuesta ante la amenaza iraní.

La respuesta internacional no se hizo esperar, ya que Jordania, Líbano e Irak cerraron temporalmente su espacio aéreo, citando preocupaciones por la seguridad de los vuelos en medio de la escalada del conflicto.

Mientras tanto, los hutíes en Yemen afirmaron haber llevado a cabo ataques coordinados contra buques en el mar Rojo, lo que resalta el impacto regional del conflicto.

En el frente militar, el Ejército israelí lanzó incursiones en el sur del Líbano, generando combates intensos con Hezbollah, que respondió con ataques de cohetes.

La situación se complica aún más por un reciente atentado terrorista en Tel Aviv, lo que añade más incertidumbre a la estabilidad en la región y pone de relieve la gravedad del conflicto actual.